Acerca de Nobu Takehisa

竹久野生


Nobu Takehisa (Tokio) vive y trabaja entre Japón y Colombia. Su obra se encuentra en colecciones particulares de ambos países, así como del Banco de la República de Colombia. 

瀬戸内 寂聴 と 2013年

瀬戸内 寂聴 と 2013年


Acerca del fique de Nobu

Shoko Ohta - Director del Museo Casa YUMEJI. Kanazawa, Japón. 2015                                                                                           

He aquí hay una carterita muy especial: es un regalo de Nobu Takehisa. Esta pequeña y liviana carterita de colores vívidos fue hecha con fique, en Colombia.

Hace 2 años Nobu, la autora del recién publicado libro “ La pintora que vuela”, llegó volando a Kanazawa desde Colombia, donde reside, para realizar la exposición  “YUMEJI Y SU NIETA NOBU” en el Museo Casa Yumeji de Kanazawa. Un día antes de la llegada de Nobu ya habíamos recibido una gigantesca maleta negra llena de fibras y lazos de fique. Estos materiales teñidos por Nobu con colores verde, azul, violeta, rojo, rosado y amarillo, ocuparon un rincón del museo, fluyendo como una cascada y flotando como nubes. Ahí hubo una aparición de colores y olores de la naturaleza colombiana que sonaba como una melodía cálida y calmada.

Al lado de esta obra de un tamaño de 3x3m, titulada “Sinfonía verde”, había una nota de la autora que decía “se puede tocar”.  Los espectadores, al leer esta recomendación peculiar en un museo, se atrevían a tocar con un poco de timidez y se asombraban descubriendo la calidad fuerte y luminosa de esta fibra en apariencia frágil llamada “fique”.

Fique es el nombre de las fibras sacadas de las hojas de la planta RYUZETSURAN en japonés (fique o cabuya en Colombia). La fibra es delgada y larga y bastante fuerte.  Se parece al cáñamo. Tradicionalmente esta fibra se ha venido utilizando en la vida cotidiana colombiana. Sin embargo parece que hoy en día hay un dominio de fibras químicas en el mercado y no se consigue ya tan fácilmente. A pesar de esta condición, Nobu decidió usarla juntando hilos de fibra, torciendo, entretejiendo, trenzando y tiñendo. Y finalmente nació el FIQUE de Nobu .

Nosotros los humanos no podemos vivir solos, mucho menos destruyendo o enemistándonos con la naturaleza.  La obra de fique de Nobu nos muestra una forma de convivir con ella. Siento que ella busca a través de su obra compartir su interés por este material noble y sus posibilidades mas allá del uso práctico.

 

Nobu Takehisa, una artista japonesa entregada a Colombia

El Espectador - Cultura
19 Dic 2016
Gonzalo RobledoPeriodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Foto: Gonzalo Robledo

Foto: Gonzalo Robledo

Todo empezó en 1968, cuando ella y su marido, el fallecido arquitecto paisajista Masatoshi Hayakawa, llegaron a Bogotá con un contrato de trabajo de dos años y decidieron quedarse.

La pintora japonesa Nobu Takehisa narra su casi medio siglo de vida en Colombia con un regusto bogotano en cada frase y dejando lo mejor para la parte final. Estudió español oyendo contar chistes a sus amigos colombianos y se graduó después de seis años, cuando empezó a entenderlos y a reírse. El doctorado lo obtuvo cuando pudo contarlos ella misma y hoy, en un alarde de pericia sociolingüística, los traduce al japonés para ofrecerlos a sus amigos en sus visitas anuales a Tokio. Las reuniones de chistes colombianos se han vuelto costumbre y en Japón la reciben preguntándole cuál es el último cuento que les trae.

Este año, sin embargo, la victoria del No en Colombia y la elección de Donald Trump en Estados Unidos, realidades que antes de que sucedieran le parecían despropósitos políticos, la dejaron sin chistes. El triunfo del voto popular en contra de la paz colombiana, sobre todo, la dejó consternada. Cita los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán como evidencia de que Colombia suele quedarse a las puertas de grandes cambios que se vislumbran positivos. “Esta vez asesinaron un intento”, asiente preocupada, pero confía en que la paz saldrá adelante.

Sus esperanzas en una Colombia mejor empezaron en 1968, cuando ella y su marido, el fallecido arquitecto paisajista Masatoshi Hayakawa, llegaron a Bogotá con un contrato de trabajo de dos años y decidieron quedarse para siempre en una tierra que “pese a tener los problemas profundos de todos los países”, les pareció prometida.

El empresario japonés que contrató a su esposo tenía oficina en el barrio Chicó y la recién llegada pareja fue acogida por Hernando Caro Mendoza en el coro Música Antigua de Bogotá. En ese ambiente de distinguida tertulia Nobu-san (señora Nobu), se animó a estudiar arte en la Universidad de los Andes y fue presentada a la facultad que dirigía el maestro de origen valenciano José Antonio Roda. Pero el deseo de tener contacto directo con todas las capas de la sociedad colombiana le inspiraron un cambio. “Me di cuenta de que para entender bien este país tendría que ver otros ambientes y me fui a estudiar a la Universidad Nacional”, declara. Su esposo, mientras tanto, recibía encargos para arborizar y llenar de jardines las principales calles de Bogotá.

Tuvieron dos hijas que educaron como colombianas y en sus vacaciones viajaban por apartadas zonas rurales protegidos sólo por un alarmante candor. Acamparon en la rivera de “un río color de Coca-Cola” en Cabrera, un pueblo que, según se enteraron más tarde, se considera la tierra natal del Mono Jojoy.

En el Magdalena Medio, un alcalde apenado por la falta de gente y de atractivos locales de su pueblo los invitó a conocer la superpoblada prisión. Cuando su marido preguntó por cortesía a uno de los reclusos la razón de su encierro, la respuesta fue que acababa de matar a su mujer y a su amante tras haberlos sorprendido juntos. Reconoce que ese tipo de historias produce escalofrío a sus paisanos. “Pero éramos jóvenes de mente abierta y todo nos parecía interesante”, asegura.

A principios de los años ochenta empezaron a vivir en una casa de Guaymaral, al noroeste de Bogotá, que llenaron de discos de música clásica y libros en japonés. A Nobu le dedicaron un estudio en el segundo piso por cuyas ventanas se podía observar la rutina del vecino aeropuerto.

Los despegues de helicópteros con esmeralderos hacia Muzo, de avionetas con narcotraficantes o agentes secretos hacia Antioquia y los vuelos de la DEA a todo el país le sirvieron para seguir en primera fila la evolución del conflicto colombiano. La consecuencia más palpable fue que los narcotraficantes empezaron a construir ostentosas mansiones en el vecindario y, cuando se dio cuenta, su barrio y sus impuestos habían subido de estrato dos a seis.

La violencia política no tardaría en llegar a su entorno más cercano. Una noche de abril de 1991, Nobu-san escuchó la noticia del fulminante atentado con cuatro tiros a la cabeza al exministro de Justicia Enrique Low Murtra, esposo de una de sus mejores amigas japonesas en Colombia, Yoshiko Nakayama. No tuvo fuerzas para llamarla, ignorando que en ese instante Yoshiko se encontraba preparando la comida y una comedida llamada le avisaba que su marido “estaba en el hospital de San Ignacio”.

Comparte como si fueran propios el dolor y la indignación de la familia de Low Murtra con el Estado por haberle negado protección y dejar impune el caso del ex alto funcionario que se lo jugó todo firmando órdenes de captura con fines de extradición de los más poderosos capos que ha tenido el narcotráfico colombiano. Además del personaje ejemplar y amigo querido, Nobu perdió a Yoshiko, quien se vio obligada a volver a su antiguo empleo de enfermera en Japón.

Cuando ella misma enviudó en el año 2000, sus hijas ya estaban grandes y regresar a Japón no era una opción. Su marido, asegura, fue feliz de haber terminado sus días en Bogotá. Ella continuó explorando materiales autóctonos como el fique para mezclarlos con pigmentos tradicionales japoneses y expresar con su arte la dualidad cultural que ha marcado su vida. El resultado es una obra resumida por el poeta japonés Isaku Ishihara con la frase “renovadora y única sin ser escandalosa”. La mayor parte de su trabajo reciente es pintura abstracta, y sólo hizo una excepción volviendo a la escultura figurativa que aprendió en la Universidad Nacional, modelando el busto de Low Murtra que adorna la biblioteca del Ministerio de Justicia, bautizada con el nombre del inmolado exministro.

Con la meticulosidad habitual de quienes han sido educados en la escritura ideográfica, Nobu-san llena cuadernos de apuntes con textos y mapas detallados de muchos de sus viajes por Colombia. En dos ocasiones, sus notas han sido recopiladas en Japón en forma de libro para ofrecer una visión cariñosa y positiva de un país donde, según ella, la gente tiene mucho talento para comunicarse y donde las relaciones humanas prevalecen sobre todo lo demás. “Todo lo contrario de Japón”, subraya con un dejo de reproche. La impuntualidad, la costumbre de hacer las cosas “más o menos” y otras manifestaciones de nuestra espontaneidad latina sólo contribuyen a reforzar su afinidad con la cultura colombiana y aumentan sus razones para no volver a vivir en Japón.

En su país se le admira y respeta por su obra y su elección de vida, y también por ser la nieta de Yumeji Takehisa (1884-1934), un poeta y artista célebre por sus retratos de mujeres que cuenta con un museo propio en Tokio y otras localidades del archipiélago. Nobu-san reconoce que, pese a sus antecedentes familiares, tuvo que esperar a conocer Colombia para consolidar su carrera artística. Su interés por América Latina se inició en la Universidad de Sofía en Tokio, donde estudió historia occidental y redactó una tesis titulada La política de los países de América Latina a través de Simón Bolívar, inspirada por la Revolución cubana. Recuerda que en Japón también se vivió la exaltación romántica de los años sesenta con los ideales de Fidel Castro y confiesa: “De pronto estoy aquí por esa revolución”. Y aunque le tocó ser testigo de la más larga historia de violencia y confrontación de todo el continente, su convicción de que la hora de la paz ha llegado es ya inquebrantable.

 

Acerca de la obra de Nobu Takehisa

Raúl Cristancho - Artista, curador y profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Galería Diners, Bogotá. 1992

De la seria "Nacen las letras"

De la seria "Nacen las letras"

Nobu Takehisa es una artista japonesa que ha vivido en Colombia por más de 20 años. Su interés en el país y compenetración con nuestro entorno físico y cultural se ha venido consolidando paulatinamente. Primero fue una atracción romántica con el paisaje andino, su etnia, el color, la tierra, su atmósfera... aspectos que indaga en numerosos viajes dentro y fuera del país (Perú, Bolivia y otros países de América Central, y México). Después de su acercamiento o encantamiento americano, Nobu, a través de su pintura ha ido encontrando nexos y afinidades que a su manera definen los términos que consolidan la naturaleza dual de su existencia: saberse oriental en América.

Como todo artista que se desplaza, Nobu lleva consigo su memoria y atavismos, los cuales confronta y transforma con lo encontrado, obligándose a reflexionar y sintetizar, para producir algo nuevo. Hay que recordar aquí que un aspecto constitutivo de su experiencia y ubicuidad artística es una especie de mirada itinerante de Oriente hacia América y viceversa, salvando la mediación de la tradición pictórica europea. Esto la relaciona con experiencias similares de pintores norteamericanos (Tobey, Kline, Stamos), y los brasileños de origen japonés. Nobu practica entonces un lenguaje pictórico que tiene fuentes diversas, como su natural interés en la caligrafía oriental (caracteres chinos y alfabeto japonés), la simbología gráfica precolombina y el azaroso graffiti suburbano. Su mirada transitoria por estos elementos le permite aproximarse alusivamente a los aspectos estructurales autosuficientes de los caracteres clásicos; la similitud formal de éstos con la riqueza de signos y grafías precolombinas, que no constituyen en un lenguaje escrito y, que aunque parten de interpretaciones de la naturaleza se diluyen en una inagotable riqueza ornamental, más el azar y la noción de tiempo consignada en los trazos furtivos de graffiti.

El hilo conductor de estas fuentes es la escritura. Nobu no cae, sin embargo, en una traslación literal de signos; su interés va más allá, hacia una zona pre-textual de impulsos y gestos tentativos que no se constituyen en caracteres absolutos. Es claro que los que sostienen pictóricamente esta escritura virtual, son el tratamiento espacial y el gesto.

Quedamos ante una "textura gráfica" conjugada en el espacio pictórico. Este se va constituyendo mediante una delicada sobre-posición de capas de color sobre la cual se mueven rítmicamente los gestos. El espacio es así penetrable visualmente, sensación que se acentúa por los diversos grados de saturación del pigmento y del valor tonal de los trazos. Aquí el soporte participa activamente. Con una mezcla de nostalgia e ironía de su orientalidad, Nobu utiliza una tela sintética semejante al papel japonés, cuya textura enfatiza la superficie pictórica.

Si bien el gesto está subordinado a la noción espacial y atmosférica, este tiende a ganar autonomía. El gesto es el vehículo generador y liberador de impulsos que no pretenden crear algo concreto, que se justifican en la efectividad de su acción. Éste no alcanza un valor cognoscitivo. Barthes nos recuerda que el artista es por definición un realizador de gestos: "Quiere producir un gesto y al mismo tiempo no quiere". En la pintura de Nobu el gesto trata de convertirse en signo, pero inmediatamente se diluye en lo que Barthes llama "relámpagos inútiles que dejan en suspenso el ser activo de la escritura", lo cual propicia que la acción gestual subsista en un estado de latencia expresiva, portadora de memorias inasibles por la palabra, pero justificada por la eficacia y la delicadeza de su ejecución plástica.

 

Comentario sobre las pinturas de Nobu Takehisa

Isaku Yanaihara (1918 -1989)  - Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Hosei, Japón. 1984

El filósofo y poeta Isaku Yanaihara, por Alberto Giacometti. 1957

El filósofo y poeta Isaku Yanaihara, por Alberto Giacometti. 1957

Nobu Takehisa ya lleva mucho tiempo en Colombia, y se podría decir que sus actividades son más internacionales que locales, razón por la cual, prefiere escribir su nombre con letras romanas en vez de hacerlo en japonés. Ella es de aquella sangre artística notoria en Japón, de Jun Tsuji, Noe Itoh, Musoan Takebayashi, Makoto Tsuji y Yumeji Takehisa. Pero le importa poco su linaje. Nobu, como lo que quiere decir su nombre, "silvestre" en japonés, es la hija de la Naturaleza.  Ser "silvestre" aquí no implica salvajismo ni rudeza en el+ sentido de la barbarie; es ella delicada, fina y vivaz como lo son los animales salvajes.

Hace casi 20 años que conocí a Nobu en Kioto. Era entonces una estudiante de Arquitectura Paisajista de la Universidad Nacional de Kioto. Se casó y se fue a vivir a Bogotá con su esposo. Parece que allá proseguía asidua y metódicamente sus estudios de Arte en la Universidad Nacional de Colombia. Me llegó el rumor que se había hecho pintora y que había organizado una exposición de sus obras, que fue muy bien acogida. En ese entonces, yo no conocñia ninguna de sus obras.

Y ahora, después de 17 años de ausencia, regresa a a su país, trayendo consigo sus obras: me sorprendieron. Me produjeron gran alegría. Me alegró que su talento hubiera florecido, a pesar de las dificultades que debió haber enfrentado viviendo en el extranjero. Sin embargo, no sue ésta la única razón por la cual sentí tanta emoción. Fue también la alegría que se siente ante un cuadro maravilloso o ante una pieza musical exquisita. Su obra de por sí me encantó.

Sin ser escandalosas, sus obras son renovadoras y únicas; son serenas y nobles. Aquí ella no insiste en sí misma en su propio "yo", no se vale de pinceles. En vez de plantar un jardín en la tierra, ella imprime huellas de utensilios cotidianos y elementos naturales (piedras, hojas) y con la perspicacia de los animales salvajes persigue el col+or, la línea y la forma en esa tierra inexplorada que es el alma humana. Se podría decir que teje.Se podría decir que tañe. Porque su obra es urdimbre, es música.

Por supuesto, que en su obra queda también incrustado, fosilizado todo lo que ella asimilaba a través de su vida cotidiana en Colombia, así como también en la vegetación y en las palabras de la piedra, del paisaje andino. Lo extraño es que hay en sus obras algo que responde al sentido estético que encuentro en las pinturas antiguas de nuestro país, Japón. En términos geográficos, estamos justamente al otro lado de Colombia en este planeta y sin embargo, las obras de Nobu me dan la sensación de que nosotros, toda la raza humana, estamos envueltos por la tierra fecunda, por encima del tiempo y el espacio.

 

Fosilizaciones

Centro de Arte CPB, 1986
Beatriz de Vieco - Crítica de arte.

De la serie "Fosilizaciones", 1985

De la serie "Fosilizaciones", 1985

Nacida en Tokio y residente en Bogotá desde hace 18 años, Nobu ha pasado la mitad de su vida en Japón y la otra mitad en Colombia. Tras sus estudios en la Universidad de los Andes -pintura con Roda y dibujo con Juan Cárdenas- y de su grado en Bellas Artes en la Universidad Nacional, pinta figuras humanas con sensibilidad expresionista en las que es evidente la influencia de Bacon. Para independizarse de su maestro, sigue los consejos de este mismo: liberar la intuición, manchar la tela y entablar un diálogo vivo entre los materiales y los sentimientos del artista, donde fluye como un río, el apego a la naturaleza de su ancestral cultura. "Artista culta y ambiciosa", como la llamó Germán Rubiano Caballero, enamorada de la música y la poesía, en su Experiencia de Clusters en la sala exposiciones de la Luis Ángel Arango en 1983, iluminada por su visita a Macchu Picchu y por los poemas de Neruda, ensaya posibilidades audiovisuales con sonidos y texturas y con materiales pobres, desecha los pinceles y el lienzo para pintar con ramas de arbustos sobre cartones, como si para "ilustrar" poemas inspirados en el paisaje, hubiera que pintar con fragmentos de `éste. O hace agrupaciones que se identifican con la técnica musical de los clusters, que en la música contemporánea intentan crear racimos sonoros.

En su etapa actual de Fosilizaciones encontró que sus superposiciones de texturas sugerían la impresión de la superficie de la piedra. Tuvo entonces la idea de hacer composiciones basadas en el paisaje andino y la roca, sobre la que estampa o "fosiliza", en una técnica manual que recuerda el grabado, con rodillos y tintas tipográficas que no arrugan el papel y permiten transparencias, objetos cotidianos que la rodean, desechos de construcción como tornillos, tubos o tuercas, o trozos de madera, tela o papel, huellas en las que deja también sus impresiones o emociones del momento.

Emprende así la construcción de su propio imaginario, en un proceso madurado que s  auto-contemplación, no ilustración sino visión telúrica y personal donde las voces de lo interior y la presencia física revierten sobre el cuadro como en un juego de espejos. Dentro de la revaloración del paisaje, a partir de los setentas, como argumento central del arte colombiano, Nobu, cuyo nombre en japonés significa "silvestre", revela la delicadeza, sensualidad y fino lirismo de su temperamento, en una búsqueda de autenticidad que combina el sentido japonés del espacio con los colores del trópico, logrando una función poética y comunicativa del arte, donde los significados y los significantes son parte de su propio vivir y penetran en lo ambiguo y lo posible, para convertir texturas y tonos en señales y signos.

 

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Experiencia de Clusters

Sala de exposiciones Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República - Noviembre de 1983. 

Germán Rubiano Caballero - Historiador y crítico de arte

Nobu Takehisa es una artista culta y ambiciosa. Esta exposición lo demuestra. En varios meses de trabajo ha reunido numerosas obras en las que manifiesta sus varios intereses culturales, particularmente en los campos de la música y la literatura.

Es indudable que se trata de una muestra experimental en la que aparecen obras trabajadas con procedimientos inusitados y materiales pobres. Aunque aparentemente hay muchas realizaciones diferentes, una observación atenta permite comprobar cómo el conjunto de la exhibición está regido por dos elementos fundamentales. En primer lugar, su amor por la naturaleza y en segundo lugar, su interés por la música clásica, y sobretodo, por la música moderna.

Nobu ha querido que la exposición tenga un montaje especial y que desde el ingreso a la sala se tenga la idea de que todo lo que se va a ver tiene relación con el mundo natural y con el sistema de los "clusters". Para lo primero hay que recordar que las primeras obras de ma muestra fueron inspiradas por poemas japoneses traducidos por Octavio Paz - en el libro "Versiones y Diversiones"- en los que el paisaje es l más importante. Desde estos trabajos sobre papel, la artista utilizó instrumentos muy curiosos: no pintó con pinceles sino con ramas de arbustos. Más adelante va a emplear trozos de madera para hacer impresiones que recuerda, hasta cierto punto, el principio de los monotipos. Esta manera de trabajar recuerda cómo la artista estaba buscando una íntima relación entre el arte y la naturaleza. Para "ilustrar" poemas inspirados en el paisaje había que pintar con fragmentos de éste. Para lo segundo, esto es para la referencia a los "clusters", hay que tener en cuenta que Nobu está muy entusiasmada con esta técnica musical con la que varios compositores modernos intentan crear verdaderos racimos o grupos sonoros. la exhibición se llama Experiencia de Clusters porque la artista ha hecho hincapié en la idea de los conjuntos -las ramas que utiliza para pintar, las manchas conglomeradas, las cuerdas reunidas y acumuladas, etc.-

A partir de los trozos de madera que utilizaba para las impresiones, Nobu pensó que podía trabajar con otros materiales pobres. Así comenzó a pintar sobre cartones -a los que muchas veces rasga para mostrar sus varias texturas- y en seguida a utilizar soportes de desecho, particularmente marcos de ventanas. Simultáneamente, luego de los poemas orientales, paso a "ilustrar" el enorme homenaje de Pablo Neruda a Macchu Picchu. hay en este momento algunas de las mejores realizaciones, en las cuales la artista logra la más profunda relación entre el procedimiento, las formas y lo que nos desea transmitir. Finalmente, Nobu se inspiró en el Stabat Mater de Penderecki, uno de los compositores que más ha experimentado con los "clusters" sonoros. Aquí la artista recuerda su obra figurativa vigorosa y despojada.

En síntesis, una muestra compleja en la que resulta innegable el afán de Nobu Takehisa por lograr -ambición de muchos artistas- una integración de las artes, en su caso, en torno de la pintura y con participación estrecha de la naturaleza.

 

 

Anotación acerca de la música que se escucha en la exposición Experiencia de Clusters

Eduardo Carrizosa - Compositor y director de orquesta colombiano. 
Sala de Exposiciones de la Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República, 1983

La música que se escucha en la exposición de la pintora Nobu Takehisa se enmarca dentro de los lineamientos básicos que mueven a la artista dentro de la realización de su trabajo. El colosal Macchu Picchu, legendario,cargado de emoción cotidiana, está realzado por la mezcla de la voz de Pablo Neruda, en un poema sobre esta región, con música tradicional del Altiplano. La segunda parte muestra el trabajo de "clusters"; estos racimos sonoros y visuales que nos ilustran Messiaen y Xenakis buscando un contraste entre la dimensión abigarrada del "cluster" y el elemento natural que lo engendra (melodía). El tercero y último sector gira sobre un tema religioso. La imagen de la virgen dolorosa, de la personificación del dolor del ser humano, se realiza con un choque estilístico: de la depuración de la polifonía del siglo XVI, Palestrina, a la objetivación de la realidad del dolor de Penderecki. Son cuatro siglos de historia, pero es un dolor común a los dos compositores.

 

Alas cortadas

Sala de exposiciones - Bliblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República, Bogotá.
Noviembre 1978

Germán Rubiano Caballero - Historiador y crítico de arte

 
Catálogo de la exposición

Catálogo de la exposición

Hace pocos meses Nobu Takehisa expuso junto con otros dos artistas en la Galería La Gruta de esta ciudad. En aquella ocasión escribí -sin ver la totalidad de la muestra- que la joven pintora trabaja con colores estridentes y abrevia la representación o emplea tonos asordados y detalla los rostros y las manos. Me parece que para esta exhibición en la Biblioteca Luis Ángel Arango, Nobu sigue pintando de esas dos maneras, pero ha invertido el empleo de los colores, es decir, que cuando sintetiza la imagen prefiere los tonos apagados y cuando presenta prolijamente -a base de materia espesa- la figura, intensifica el colorido.

Pese a esos dos estilos que se pueden distinguir en la labor actual de Nobu, es indudable que esta muestra resulta de gran unidad temática. La artista presenta ahora una serie de cuadros con el tema de la maternidad. Con base en varias visitas a las salas de espera de un centro de higiene de la ciudad, Nobu se inspiró para hacer estas telas en donde repite la figura preocupada de la madre que sostiene al niño enfermo. Como estamos acostumbrados a las exposiciones totalmente integradas -hasta el punto de que muchas veces observamos conjuntos de cuadros casi iguales, solo con pequeñas variaciones- tanto temática como estilísticamente esta muestra resulta mucho más homogénea y,por tanto, de más fácil lectura que la presentada hace algunos meses.

Cuando el año pasado en este mismo sitio se hizo la gigantesca colectiva titulada Nuevos Maestros -con 176 participantes-, la obra de Nobu fue una de las más destacadas. Alumna todavía de la escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, la joven artista ya ha dado pruebas de ser talentosa y es apenas normal que, por ahora, su trabajo tenga oscilaciones, resulte en proceso, e incluso muestre dualidad de estilos. Sin embargo, el conjunto de estas materialidades llama la atención por la fuerza expresiva de las imágenes, por el temblor y la angustia que comunican y, sobretodo, por la variedad de gestos, actitudes y movimientos que insisten y recavan en la figura dela madre y el niño. 

 

 
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Alas Cortadas
por Celso Román*

Llegan a la vida con las alas cortadas.
Abren los ojos primero para la tristeza,
luego para la soledad, y tal vez jamás para la luz.

No conocerán el pan ni tampoco el viento.
Sentirán la libertad como una intangible ausencia
porque han nacido con las alas cortadas.

Han llegado, y ya son ausentes.
No recibirán del mundo ni la palabra,
ni el color, ni el perfume.

Llegan con hambre, con sed, con extrañeza.
Extranjeros en el país dela sonrisa,
flores del desierto,
esperanza que nace con las alas cortadas,
que está en todas partes sin poder volar jamás.

Inocentes víctimas de la más profunda de todas las heridas,
palomas encerradas tras el muro del fondo de todas las prisiones.
Ternura que llega sin saber que nace con las alas cortadas.

 

*Poeta y escritor